Desde la
prehistoria los grupos humanos han sido liderados por aquellos
presumiblemente más capacitados. Para que la supervivencia de la
especie se asegure en un medio hostil es necesario que los más
fuertes e inteligentes lleven las riendas, de lo contrario el hombre
involuciona hasta que un día desaparece. No hay más que ver las
muchas especies de animales extintas en el pasado. Sí, el hombre
errante fue regido por los avatares de la naturaleza y el destino
como los animales. Guste o no en la naturaleza lo que sobrevive es la
eficacia. Dichos líderes recibieron el nombre de "nobles"
(propiamente: conocido, ilustre) o "aristócratas"
(literalmente: el mejor). La nobleza o fama la ganaban a través de
acciones heróicas o con servicios prolongados que beneficiaban a la
comunidad.
La invención de
la agricultura permitió a las comunidades asentarse y evolucionar
tecnológicamente para vencer el constante combate de la
supervivencia. Con el sedentarismo podían permitirse el lujo de
tener jefes mediocres y seguir tirando, algo impensable en una vida
nómada. Algunos aristócratas aprovecharon su liderazgo para
favorecer a sus familias, nació así la línea sucesoria en el
mando. En otros casos los líderes eran elegidos engañando al pueblo
(demagogia), con lo que en muchos casos los mejores para la sociedad
dejaron de ser los ilustres...
Se creía que la línea sucesora de un noble o aristócrata tendría, gracias a la
genética, el don de sus antepasados. Calculado error, pues la
realidad demostró que no pocos mandamases eran incluso innobles o
gentuza. Muchos líderes infames e ineptos trataron de ampliar
ciegamente su poder por medio de guerras y sometimiento. Para ello se
valieron de secuaces de su calaña que obedecían sin rechistar a
cambio de favores y prebendas. En las plutocracias los nobles fueron
mercaderes, en las democracias los senadores mientras que en las
sociedades feudales los latifundistas. El gobierno de los
aristócratas o meritocracia quedó olvidado definitivamente.
Se analizarán las
diferentes clases de nobles en España, y gracias a su origen
etimológico podrá comprobarse qué clase de servicio realizaban
para alcanzar un título nobiliario. Los buenos aficionados al rol
encontrarán interesante esta aproximación histórica así como su
posible aplicación a un mundo de fantasía. Empezamos.
Barón:
"Hombre noble", después "título
nobiliario" (1605, acepción importada del catalán y el
francés); probablemente del germánico baro "hombre
libre, apto para la lucha", emparentado con el escandinavo
antiguo beriask "pelear". La palabra varón
"persona de sexo masculino" (s.XIII), no es más que una
generalización semántica del mismo vocablo: con una y otras
acepciones se encuentran desde los orígenes así varón como
barón, y solo desde el s.XVI tiende a generalizarse la
artificial distinción ortográfica de la actualidad, debida al
influjo del latín vir "varón" entre los
humanistas, voz que nada tiene que ver primitivamente con "varón".
San Isidoro (s.VII) da una clave para el origen de los barones: Los mercenarios son los que prestan servicio a trueque de una merced. Se les aplica también el nombre griego de "barones", porque son gente esforzada en el trabajo. Precisamente "barys" significa recio, es decir, fuerte. Su contrario es débil, sin fuerzas.
En Francia durante
la época feudal los barones fueron al principio los altos personajes
del reino: los "altos barones". Posteriormente existieron
los "barones ordinarios" o vasallos de los altos barones.
Más tarde barón fue un título reservado a los pequeños nobles, y
en la jerarquía feudal ocupaba el lugar siguiente al vizconde. En
Alemania la evolución fue semejante. Los barones ingleses derivan de
los normandos y del then anglosajón y tuvieron gran
importancia en el dominio legislativo al formar parte de la Curia
regis.
En Navarra y
Aragón, los barones o seniores constituían la alta nobleza,
formaban parte de la Curia regis y regían los honores
o distritos administrativos. En Cataluña, los barones o rics-homes
fueron los condes, vizcondes y valvasores. Pero además existieron
barones en el sentido jerárquico, a semejanza de los franceses. En
León y Castilla, la palabra tuvo un sentido muy alto y sirvió para
designar a los magnates. Durante la Edad Moderna, algunos señores
jurisdiccionales llevaron el título de barón. La abolición de
estos señoríos jurisdisccionales data de las cortes de Cádiz
(1812), como la de los barones franceses de la revolución de 1789.
Caballero:
Del latín tardío caballarius. Al principio, el caballero
romano (equites) era un ciudadano rico perteneciente a una de
las 18 centurias ecuestres. A partir del siglo III a.C., se
distinguía la clase senatorial de la orden ecuestre, que agrupaba a
los grandes propietarios y hombres de negocios excluídos de la
nobleza. Estos caballeros fueron accediendo paulatinamente a cargos
públicos; su primera función fue la de miembros de los tribunales.
Se les concedieron honores especiales: llevaban una toga con banda
púrpura, un anillo de oro y tenían lugares reservados en las
fiestas públicas. Augusto fundó una nueva orden ecuestre, basada
también en la fortuna, en la que él mismo y sus sucesores
reclutaron durante tres siglos a los funcionarios en la
administración imperial. En el Bajo Imperio, las reformas de
Diocleciano y Constantino I tendieron a fundir en un sólo grupo a
senadores y équites, con lo que el orden ecuestre tradicional
desapareció a finales del siglo IV.
En la corona de
Aragón, los cavallers, formaban el estrato inferior de la
jerarquía feudal, y eran integrantes de la pequeña nobleza. Esta
pequeña nobleza fue adquiriendo un marcado carácter rural,
sufriendo una acelerada decadencia económica con los Austrias: los
empobrecidos cavallers catalanes capitanearon a menudo
partidas de bandoleros y fueron decisivos en la guerra de Separación
de 1640. En la corona de Castilla, el término caballero fue empleado
en sentidos diversos, ya desde la Baja Edad Media. Inicialmente era
sinónimo de noble, ya que éste era un profesional de las armas.
Designó también, en menor medida, a la pequeña nobleza y a
aquellos que habían sido armados caballeros (se decía así
caballero de hábito al perteneciente a órdenes militares y
caballero de espuela dorada al hidalgo armado solemnemente).
Pero también
señalaba a quien poseía caballo y armas, y perteneciente a la caballería villana, que presentaba una multitud de matices.
Finalmente fue usado para designar a quienes poseían medios
económicos para mantener un caballo, tanto si lo tenían o no y
fueran o no fueran nobles. Jurídicamente era caballero aquel que
había sido armado, con lo que no era necesariamente un noble era
caballero, ni viceversa (los caballeros pardos eran aquellos
que, sin ser nobles, alcanzaron privilegios de hidalgo). Poco a poco
la diferencia entre caballero (título obtenido personalmente) e
hidalgo (título proveniente de sus antecesores), se hizo más vaga,
y el término caballero fue perdiendo su sentido concreto, pasando
primero a designar a hombres dotados de determinados rasgos morales,
representativos de la clase dominante, y finalmente, a ser mero
sinónimo de cortesía de la palabra "hombre".
Conde: Raíz
ei- (ir). Procedente del latín comes "compañero".
Derivados son comitre "persona encargada de dar órdenes
a la tripulación"; comitiva (del latín tardío comitium
dignitas: categoría de conde o acompañante del emperador);
condestable (latín stabuli: conde encargado del
establo real) y vizconde (latín vice: en lugar). En el Bajo
Imperio se aplicó a los nobles que vivían en el palacio imperial y
acompañaban al soberano en sus expediciones, y acabó por
convertirse en el nombre de un escalón determinado de la jerarquía
feudal. Abajo corona condal.
Los hombres que
rodeaban al emperador, los amici Caesaris o amici Augusti,
constituían el consejo del príncipe ejercieran o no funciones
políticas o administrativas. Constantino aumentó el número de sus
"compañeros"; a partir de entonces fueron los "fieles"
del emperador y formaron una categoría especial en el cuerpo de los
funcionarios imperiales. Los más importantes tenían su sede en el consistorium, nuevo nombre del Consejo del príncipe. Entre
los condes encargados de funciones precisas, hay que citar: el conde
de las dádivas sagradas, encargado de los gastos del estado; el
conde de los asuntos privados, encargado de administrar los bienes
personales del soberano; el conde que mandaba la guardia imperial; el
conde de Oriente, dotado de poderes militares en esta diócesis
particularmente importante.
En la Edad Media
los condes (en el sentido romano del término) desaparecieron en
occidente con el imperio. Los reyes bárbaros tomaron este título de
los romanos para distinguir con él una institución que les era
familiar. Los condes fueron aquí también los miembros inmediatos
del séquito del monarca, ligados a él por un juramento de
fidelidad. El rey escogía entre ellos sus consejeros y oficiales de
palacio. Algunos eran enviados en misión, encargados de administrar
en nombre de aquél unas circunscripciones llamadas civitates
o pagi. Los que formaban parte de la corte se llamaban condes
palatinos y gozaban de considerable influencia. En la corte
visigoda, por ejemplo, estos condes palatinos desempeñaban toda una
serie de cargos importantes y formaban parte del aula regia. En la
monarquía asturleonesa, en cambio, estos oficios palatinos se vieron
muy reducidos y los condes ejercieron sobre todo funciones de
gobierno en unos distritos administrativos o mandaciones, que
recibían el nombre de condados cuando era el funcionario que se
hallaba al frente.
En la primera etapa
del imperio carolingio, y especialmente en tiempos del propio
Carlomagno, los condes fueron simples agentes del soberano,
encargados de una misión precisa y temporal, eran controlados por
los missi dominici. Con los últimos carolingios, se fueron
convirtiendo en una aristocracia de terratenientes y en pocos
decenios llegaron a ser poderosos señores que poseían títulos y
bienes de carácter hereditario. A partir del XIII, la centralización
monárquica se hizo a expensas de los condes, que perdieron los
derechos usurpados y tuvieron que someterse.
En España, el
reforzamiento del poder real en la Corona de Aragón llevó a una
desparición progresiva de los condes como señores que ejercían un
dominio sobre una demarcación territorial, para irlos convirtiendo
gradualmente en miembros de una jerarquía nobiliaria cada vez más
ligada a la corte. Más extremo resultó aún el caso de Castilla, en
donde al término de la Edad Media, los títulos nobiliarios eran
escasísimos. Las últimas veleidades de independencia de la nobleza
desaparecieron de hecho a partir de los Reyes Católicos.
Duque: Raíz
deuk- (conducir, llevar). Del latín duco "llevar,
conducir". El francés antiguo duc y el latín dux significan "general". En el Bajo Imperio romano se aplicó
a dignatarios de las provincias que ocupaban un alto cargo
cívico-militar. Abajo corona de duque.
Según San Isidoro: Al duque se le da este nombre porque es quien conduce el ejército. Sin embargo no todos los duques o príncipes pueden recibir también el título de rey: cuando se trata de la guerra es preferible de la denominación de duque a la de rey, porque con el primer nombre se está designando al que conduce en medio de la batalla. Por eso Virgilio habla de Evandro como duque y no como rey; Y Salustio escribe: "Por ello cada uno se esforzaba en mostrarse valeroso en presencia del duque". No dice en presencia del cónsul.
A principos del
s.V, el duque ostentaba el mando militar de las tropas romanas de
guarnición en una provincia. En la tradición germánica,
representaba también un jefe militar elegido. A partir del s.VII,
los duques ejercieron además del mando militar, poderes cívicos y
jurídicos. Carlomagno procuró disminuir el poder de los duques,
pero hacia finales del imperio carolingio, éstos tendieron a
arrogarse la soberanía hereditaria de los países cuya
administración les había sido confiada. En la Edad Media, con el
establecimiento de la autoridad real, el título ducal era otorgado
por el rey. En España el dux o duque visigodo sustituyó
desde fines del s.VI al gobernador que estaba al frente de las
provincias romanas, acumulando los poderes militares, judiciales,
etc. Pero las peculiares circunstancias de la invasión musulmana y
de la Reconquista hicieron desaparecer los ducados de la Península
en la Edad Media, y el título fue concedido muy raramente hasta el
s.XV, reservándose en general para los miembros de la familia real.
Gentilhombre:
Raíz gen- (dar a luz, parir). Gentil "perteneciente a la misma
familia". El gentilhombre, de familia libre, era en tiempos de
los francos un soldado de un cuerpo selecto, que, a diferencia del
autóctono, nunca fue campesino o siervo, y que, posteriormente, pasó
a ser miembro de la familia feudal. Si era noble poseía el feudo y
podía ser armado caballero; cuando pasaba a ser súbdito del trono,
se encargaba de la guardia de los soberanos y del servicio de la
gente de armas. Con el tiempo, el rango de gentilhombre perdió
categoría.
Posteriormente, en Europa, y también en España,
existieron diferentes tipos de gentileshombres: gentilhombre de
boca, o de lo interior, criado de la casa del rey, en
clase de caballeros, que seguía en grado al mayordomo de semana: su
destino propio era servir a la mesa del rey; gentilhombre de
cámara, persona de distinción que acompañaba al rey en ella y
cuando salía; gentilhombre de la casa, el que acompañaba al
rey después de los gentiles hombres de boca; gentilhombre de
manga, criado cuyo empleo honorífico se estableció en la casa
real para servir al príncipe y a cada uno de los infantes mientras
estaban en la menor edad.
Hidalgo: Del
latín filius "hijo". "Hidalgo" (fijo
d'algo) tiene el sentido primitivo de "hombre de dinero",
por oposición al villano.
En la Edad Media se
llamaban hidalgos a los infanzones o nobles de linaje, y desde el
s.XII identificó generalmente a la nobleza secundaria. Su condición
nobiliaria les eximía de cargas y tributos, pero la carencia de
fortuna les impedía compararse con los grados superiores de la
aristocracia: los caballeros y la nobleza titulada. Eran solariegos,
cuando procedían de un linaje y solar conocido; de privilegio,
cuando habían adquirido la nobleza en recompensa de algún servicio
hecho a la corona; notorios, los que eran tenidos por tales
pero no habían podido probar su condición (de gotera, cuando éstos
últimos solo eran considerados como nobles en el lugar donde
residían, pero no fuera de él); de ejecutoria si habían
litigado y la habían probado; un caso particular eran los llamados
hidalgos de bragueta, o sea quienes habían recibido
las exenciones y privilegios de nobleza por tener doce o más hijos
varones.
La nobleza de
sangre no consideraba como de los suyos más que a los solariegos, y
procuró excluir a los de privilegio de los honores y cargos
reservados a la aristocracia, como la entrada en las órdenes de
Calatrava y de Santiago. En España el número de hidalgos era muy
elevado, aunque irregularmente distribuido: fueron muy abundantes en
la región cantábrica (los habitantes de Guipúzcoa, Vizcaya la
Montaña santanderina pretendían serlo en su totalidad) e iban
disminuyendo hacia el sur.
Infante:
Raíz bha-2 (hablar). Propiamente "que no habla"; del
italiano tomó la acepción "joven noble" "soldado de
infantería". Los hijos no primogénitos de los reyes de la
Península Ibérica, esto es, los hijos de los reyes de Castilla,
Aragón, Navarra, Portugal y España. En Castilla y León, así como
en Aragón, durante la Edad Media los herederos al trono llevaban el
título de infante hasta que en 1388 Juan I de Castilla con motivo de
la boda de su hijo Enrique con Catalina de Lancaster, concedió al
heredero el título de Príncipe de Asturias, igualmente en el reino
catalanoaragonés, Pedro el Ceremonioso, en 1351, instituyó el
título de duque de Gerona para su primogénito Juan. De todos modos,
el título de infante continuó usándose para designar a los hijos
de los reyes. Asimismo también se daba el tratamiento de infante a
algunos parientes del rey que lo obtenían por privilegio.
Infanzón:
Del latín vulgar infantio, onis- . Aumentativo de infans
"joven noble", con el valor de "joven noble ya
crecido". Noble superior a un hidalgo e inferior a un
ricohombre. Los infanzones eran nobles de linaje o de abolengo, hasta
que en el s.X se concedió el título en Castilla, a los poseedores
de un caballo que luchaban como milites. En Aragón existían
los infanzones hermunios o hermunes (de abolengo), los
de carta y los de población (respectivamente, por
concesión individual y colectiva del rey), y en Navarra los de
obanos (de abolengo) y los de abarca (labradores libres).
De uno u otro modo, los infanzones estaban ligados al rey o a otro
señor por vínculos de carácter feudo-vasallático.
Marqués:
Ráiz merg- (frontera, linde). Del germánico mark- (marca, frontera,
borde); Marqués (francés antiguo marquis; occitano
antiguo marqués; latín medio marchisus) "jefe de
un territorio fronterizo". Derivado es Comarca
"territorio colindante". En la Alta Edad Media, era el jefe
supremo de las tropas de una marca fronteriza (por ejemplo la Marca
Hispánica). En los reinos hispánicos, la concesión del título de
marqués fue poco frecuente durante el medievo, mientras que aumentó
a partir del s.XVI y se aceleró en el XVII en que los reyes
concedían indiscriminadamente los títulos de marqués o conde,
considerados entonces de igual categoría en contrapartida de
servicios o donativos.
Príncipe:
Raíz per-1 (primero). Compuesto del latín primus "el
que está adelante" "el primero" y caput "cabeza".
De origen romano (princeps), el título de príncipe se
utilizó en la Edad Media para designar al soberano de un pequeño
estado, especialmente en Italia y Alemania. En España fue utilizado
frecuentemente por los reyes hispanogodos y asturleoneses como
representantes de la máxima jerarquía feudal y de la autoridad
política del estado; del mismo modo, en Cataluña el conde de
Barcelona tomó el título de príncipe por su hegemonía sobre los
demás señores feudales. En 1388, Juan I de Castilla, con motivo de
la boda de su primogénito y heredero Enrique, concedió a éste el
título de príncipe de Asturias, título que a partir de los
Reyes Católicos quedó como una dignidad honorífica inherente a la
persona del heredero al trono.
Ricohombre:
Raíz reg-1 (mover en línea recta, conducir). Del gótico reiks
"poderoso, fuerte". En los reinos hispanocristianos,
durante la Baja Edad Media, nombre que se daba a los nobles de mayor
categoría y poder económico-social. Gozaban de numerosos
privilegios (jurisdicción en sus dominios, exenciones tributarias,
reclutación de las huestes señoriales); prestaban ciertos servicios
al rey por el vínculo de vasallaje, y a su vez poseían sus propios
vasallos nobles (infanzones y caballeros). Debido a los servicios
prestados, fueron recompensados con grandes dominios territoriales,
como señoríos propios, en los que ejercían plenos poderes
políticos; por otra parte, administraban los territorios que el rey
les cedía como feudos. Constituyeron una clase con gran poder
militar y social, y a principios de la Edad Moderna pasaron a ser los
grandes de España.
Señor: Raíz
sen- (viejo).. Comparativamente, senior, cuyo plural seniores
se empleó en el Bajo Imperio para designar a los viejos más
respetables, sea los miembros del senado romano, sea los dirigentes
de las comunidades hebreas y cristianas; a principios de la Edad
Media llegó a ser sinónimo de déspota o dueño (dominus).
En los reinos hispanocristianos, el señor con atribuciones
jurídico-públicas apareció con la formación de los primeros
señoríos, al iniciarse la Reconquista. Con el desarrolo del régimen
feudal aumentaron los privilegios del señor, quien disfrutaba de su
feudo, cedido por el rey u otro magnate, y tenía derecho sobre los
vasallos, que le debían fidelidad. Las funciones de los señores era
muy diversas: administrar justicia según la competencia cedida por
el rey u otro señor; percibir los tributos en su propio provecho;
nombrar oficiales de la autoridad señorial; mantener el orden;
otorgar fueros a las ciudades y, de acuerdo con ellas, nombrar
alcaldes y jueces, y exigir las prestaciones militares en
expediciones guerreras por su cuenta en ayuda del rey.